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¡Puff!,¡Que Vida!

Roberto y Patricia decidieron vivir en Mérida, pensaron en una única salida al caos de la llamada Gran Ciudad. Una ciudad de México boyante, llena de muchas actividades, pero en donde la calidad de vida fue mermando hasta el punto de afectar la relación entre ellos.

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Dos jóvenes que se conocieron  en la Universidad y que decidieron crear una familia. Él banquero de cepa, como su padre y sus hermanos, y ella una alta ejecutiva de una empresa de marketing global. Sin embargo los problemas vinieron cuando los hijos llegaron.

 

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Roberto, salía a las 5 de la mañana o más temprano de casa para poder ganarle al “trafical” y poder llegar a tiempo para abrir la sucursal, mientras Patricia arreglaba a los niños ( dos chiquitos de 2 años y 6 meses) para llevarlos entre el tráfico y el gentío a la guardería, para correr hacia el trabajo que quedaba a una hora y 15 minutos. 

Una Hora y 15 minutos de regreso… ¿Y si le pasaba algo a los chiquitos?. Se preguntaba Patricia constantemente…

 

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A las 5.30 de la tarde Patricia pasaba por los niños, con la consigna de llevarse trabajo a casa, por el permiso que consiguió en la compañía para poder salir temprano.

 

¿Qué agotamiento?¿Que estrés?

 

 

 

Roberto llegaba a las 7 de la noche todos los días apenas para ver a sus hijos sólo media hora y soportar la cara de Patricia que le echaba en cara cargar con la mayor parte de las tareas del matrimonio, reprochándose ambos ni siquiera tener tiempo para ellos como cuando eran novios… y al otro día  lo mismo, y cada día igual, y los fines de semana lo que querían hacer era dormir, sólo de pensar llevar a los niños a formar interminables colas para ir al parque, al cine o esperar turno en algún juego era inadmisible.

 

¡Puff!, ¡Que vida!

 

Pero el hito que cambió su vida fue la impotencia de ambos por llegar en tiempo a la escuela de sus hijos, cuando le avisaron que Roberto Jr. se había roto el brasito y terminó en el hospital en manos desconocidas insensibles tratándolo como uno más y con una “lavada de manos” de las puericultoras de la guardería  acerca del hecho…

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Pero… ¿Y que hacer para cambiar “esto” que no es vida para nadie?…

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